lunes, 8 de octubre de 2007

Sin tetas no hay paraíso de Gustavo Bolívar Moreno


Catalina nunca imaginó que la felicidad estaría condicionada por la talla de su sujetador

Como buen envoltorio, en ocasiones el impacto de un título se convierte en poderoso reclamo para atrapar la atención, aunque como todo regalo, esperas que el contenido supere la apariencia exterior. Con el título “Sin tetas no hay paraíso” me sucedió lo mismo: no es habitual encontrar referencias al cielo y a las mamas o mejor dicho, condicionar el acceso al paraíso en función de la talla del sujetador. Como poco, el título prometía.

La primera novela del periodista Gustavo Bolívar Moreno nos presenta a Catalina, una niña de catorce años que ansía por todos los medios alcanzar el estatus de novia oficial de un narco o debiéramos corregir el término y decir esclava sexual. Porque eso es en lo que se convierten estas jovencitas prepago que venden su cuerpo al mejor postor cual geisha criolla.



“(Las niñas prepago) conocidas con ese nombres por la modalidad existente en la época de comprar una persona con regalos costosos, ropa y dinero para que después esta pagara con favores sexuales las prebendas recibidas” (pág.88).


Pero cualquier niña no puede aspirar a alcanzar tan relevante puesto. Son condiciones imprescindibles poseer ciertas características para acceder a tan ilustre cargo: una determinada estatura, un cuerpo perfecto, aunque sea a base de bisturí, cabellos largos y bien cuidados, lentes de contacto de colores, ropa fina,… Para Catalina se convierte en una obsesión aumentar su talla de sujetador y competir en belleza y sensualidad al resto de chicas prepago para alcanzar su sueño, su meta.

En una sociedad donde los sueños se quiebran al ritmo de las embestidas que reciben estas falsas princesas, cuya dignidad y conciencia se apagan a la misma velocidad que logran llenar sus baúles de regalos, la falta de oportunidades, de esperanzas y trabajo allanan el camino al falso nirvana.

Sin tetas no hay paraíso” muestra una visión insólita del narcotráfico y sus protagonistas, los desmanes por sobrevivir en un universo que mide el valor según la talla del sujetador, donde la mujer se luce, se presta o cambia y los implantes de silicona son la moneda de cambio para aumentar el valor de la pieza en el mercado del sexo.


“(…) ellas lucían muy hermosas, muy protuberantes, muy elegantes, muy ignorantes, muy perdidas, muy subidas, muy plásticas, muy esclavas, muy dependientes, muy objetos, muy estúpidas, muy locas, muy ingenuas, muy desubicadas, muy sucias, muy indignas, muy denigradas, muy pusilánimes, muy degradadas, muy ambiciosas, muy inescrupulosas, muy resumidas, muy infladas, muy costosas, muy desperdiciadas, muy desenamoradas de si mismas...


Unos narcotráficantes tan despiadados como los de antes pero pertenecientes a una generación más preparada, más inteligente, formados en universidades extranjeras, que saben lavar su dinero y legalizarlo. Unos narcos que se acuestan con modelos y actrices, que invierten en propiedades en el extranjero y tienen cuentas en suiza. Menos ostentosos, más escurridizos, con más capacidad de soborno, menos visibles. Más peligrosos.


"...Ellos muy ramplones, muy malacarosos, muy perfumados, muy bien vestidos, (...) muy oscuros, muy fríos, muy temibles, muy matones, muy calculadores, muy desconfiados, muy asustados con la palabra Estados Unidos, muy presumidos de intelectuales, muy insuficientes, muy básicos, muy convencidos, muy densos, muy dominantes, muy equivocados, muy equivocados, muy equivocados (...)” (pág.182).


Pero el cuento de hadas tiene un contrapunto amargo para estas niñas. Abandonadas por los perseguidos narcos, éstas no disponen de otra fuente de ingreso que su propio cuerpo. Pasar a la prostitución más escabrosa sólo supone un paso…


“Ninguna se atrevió a pensar que estaban tan jodidas en la vida que hacer bacanales resultaba toda una solución a sus problemas de dignidad. Sin embargo, se fueron con el alma destrozada a trabajar esa noche en la casa de citas” (pág.170).


Una historia triste pero previsible, con un final trágico, poético y excesivo, como le es propio a la vida de la protagonista y a sus desmesuradas tetas. Un mundo en el que todo y todos/as tienen su precio o su castigo. Una novela interesante y fresca. Tan solo una nota discordante, la voz del narrador cuya ominipresencia se ve interrumpida en un momento de la historia y no aporta más elementos de valor. En síntesis: un libro recomendable.

Sinopsis: A sus catorce años, Catalina asoció la prosperidad de las niñas de su barrio con el tamaño de sus tetas. De modo que quienes las tenían pequeñas, como ella, debían resignarse a vivir en la pobreza. Por eso se propuso, como única meta en su vida, conseguir –a cualquier precio- el dinero para implantarse un par de tetas de silicona, capaces de no caber en las manos abiertas de hombre alguno. Pero nunca pensó que, al contrario de lo que ella creía, sus soñadas prótesis no se iban a convertir en el cielo de su felicidad sino en su tragedia personal y su infierno.

Sin tetas… es la dramática historia sobre el daño moral y cultural que han hecho los narcotraficantes a toda una generación de niñas y jóvenes que no ven otra salida que la inmersión en un mundo que, tarde o temprano, las termina cobrando un precio demasiado alto.

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