jueves, 28 de febrero de 2008

¿Te apetece participar en un reto?


L@s lector@s no somos conscientes del nivel de influencia que podemos ejercer en la creación literaria de un/a autor/a. Unas palabras referidas a un lugar, una situación o un personaje, pueden llevar la musa a rincones inexplorados. A partir de la mención de un personaje secundario de la novela "Y punto" de Mercedes Castro, reseñada por Ricardo Bosque en Novelpol, algo de ello ha sucedido....


En la reseña, Ricardo hace la observación del posible juego que daría un personaje en una hipotética segunda parte. A partir de esta mención, la autora acepta el reto y se compromete a escribir una novela en la que el personaje secundario tenga un papel protagonista o muy relevante según el voto que obtenga.


Para contribuir a la secuela, basta mandar un mensaje con el asunto YPUNTO a la dirección de correo personajesypunto@yahoo.es indicando cuál de los siguientes personajes te gustaría que la protagonizara: Carlos, Reme, Bores, Esmeralda.


El plazo para votar se abre ya y finaliza el día 30 de abril de 2008.


¿Te apetece participar en el reto?


jueves, 21 de febrero de 2008

Tiempo de recreo


El pasado viernes 15 de febrero tuvo lugar en el Corte Inglés de Portal de l'Angel de Barcelona, la presentación del libro. Un proyecto cuidado con esmero, donde los pequeños detalles marcan las grandes diferencias. En esta obra se encuentran recogidos relatos de 25 autor@s de El Recreo, comunidad virtual que abre sus puertas para tod@s aquell@s que aman las letras. Un libro con múltiples voces y variados estilos. Un hermoso sueño hecho realidad. Desde aquí, mis más sinceras felicitaciones.

lunes, 4 de febrero de 2008

Quiéreme bien. Una historia de maltrato de Rosalind B. Penfold


Siempre me muestro muy atenta al título de los libros, no tanto por su posible condicionante a la lectura sino por la habilidad del autor/a o traductor/a por encerrar en un título toda la esencia de la historia. Existen grandes títulos y títulos menores, pero de eso hablaremos tal vez en otra ocasión, ahora el título que nos ocupa es el de la autora Rosalind B. Penfold, quién detrás de este seudónimo ha creado la historia gráfica “Quiéreme bien. Una historia de maltrato”. Este “quiéreme bien” contiene toda la fuerza de una declaración de principios, la de una mujer que no quiere que la quieran mucho, sino bien.

“No deseo un hombre que me quiera más, deseo un hombre que me quiera mejor”

Porque los mitos que componen nuestra sociedad en torno al concepto del amor romántico nos ha llevado a pensar que se puede querer, un poco, mucho, con locura o “pas du tout” como dirían los franceses. Pero nos cansamos de arrancar los pétalos de las margaritas con lágrimas en los ojos y sólo pedimos como Roz, que a las mujeres se nos sepa querer y a ser posible, bien.

La historia de Rosalind es una historia vieja, que el error se ha ocupado de replicar a lo largo del tiempo. Es la historia de un maltrato. Una historia valiente, que echa mano de sus recuerdos en forma de dibujos. Porque cada vez que Rosalind era maltratada, verbal, emocional, sexual y físicamente, lo dejaba plasmado en forma de dibujo como una manera de canalizar su incomprensión, tristeza y desesperación.

La primera imagen nos lleva al sótano de una casa. Rosalind se dirige a nosotras y nos tiende un foco para que se lo sostengamos. Precisa coger una caja que tiene guardada. Nos quiere enseñar algo.

Contada por etapas; Comienzo, la luna de miel; Confusión, Jekyll y Hyde; Dolor, resistir; La salida, soltar; La vuelta al hogar, encontrarme a mí misma; cada uno de los momentos representa una etapa de su vida.

Una historia narrada con valor, porque regresar a los rincones oscuros de los recuerdos, al desván donde se enterraron los dibujos supone enfrentarse a una parte oscura de sí misma.

Con una introducción impactante: la línea de la vida, nos muestra cómo una década perdida puede suponer mucho más que una pequeña fracción, porque la huella que deja es mucho más profunda.

Rosalind es una mujer fuerte, independiente, segura de sí misma. Una profesional de éxito, con empresa propia y próspera que ha sido galardonada con un premio. En el verano de 1990 Roz tiene 35 años y conoce a Brian, un viudo que recientemente ha perdido a su mujer víctima de leucemia y que se encuentra con cuatro hijos, Jim de 11 años, Megan de 9 años y los gemelos Lizzie y Tom, de 5 años.

Es la etapa del enamoramiento, la mejor etapa del amor: el cortejo. Exposiciones, teatro, bailes, restaurantes, viajes… Roz no puede ser más feliz, realmente cree haber encontrado a su media naranja.


“Quiero que nos fundemos en un solo ser”.

Se producen pequeñas señales desatendidas: impulsividad, despreocupación, exhuberancia… pero eso hace que ella se sienta más viva. Un soplo de. espontaneidad en una vida tan ordenada, la vuelve cautivadora.

Si no estás conmigo es que no me quieres. “Ahora se trata de nosotros! Olvida esas tonterías!”.

Durante mucho tiempo se ha creído que existían perfiles de mujeres maltratadas. ¿Y por qué no, si siempre somos las “responsables” de todo lo que nos pasa? ¿Por qué no vamos a ser de una determinada manera que impulse a que se nos maltrate? Afortunadamente los estudios han evolucionado y en la actualidad se ha llegado a la conclusión que cualquier mujer puede ser víctima de maltrato, porque el maltratador es un manipulador, que narcotiza cualquier pensamiento.


“No, Roz. Nunca he querido tanto a nadie. Jamás te haría daño. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. No me dejes nunca. No podría soportarlo”.

Ante el primer aviso que debiera encender las alarmas e ir a por las maletas, al día siguiente Brian se muestra tan dulce que Rosalind duda de sí misma.

“Tal vez Brian tuviera razón y ella hubiese coqueteado con Steve. Quizá todo fuese culpa suya al fin…”.

Roz ha entrado en la peligrosa red del maltrato. Brian le había prometido que no volvería a hacerlo. El trabajo de Roz se duplicó: niñera, despacho, casa, compras,… Roz se aleja de su entorno. La vida de Brian la va absorbiendo. Se empiezan a producir los pequeños boicots: prohibirle relacionarse con los vecinos, el teléfono móvil cuyo número no puede dejar a nadie “es algo especial entre tú y yo”, cambios de vestuario porque son “muy provocativos”, llamadas que preguntan por ella pero que no recibe “Confía en mí, yo sé lo que es mejor para ti”.

El caos entra poco a poco en escena y cualquier hecho, por banal que sea es propicio para desencadenar la agresión. Roz no sabe qué hacer para tener contento a Brian, porque Roz no sabe que a Brian no lo puede tener contento de ninguna forma, porque es un maltratador.


“Me esforzaba por complacer a Brian, pero con el paso del tiempo parecía querer cambiar tantas cosas de mí que ya no estaba segura de poder recordar quién era”.

Nada puede satisfacer al maltratador, porque los factores que lo conforman se identifican como psicopatologías, entre estas el sadismo, el masoquismo, la irresponsabilidad, la brutalidad o la ausencia de criterios morales.

“Si de verdad me amaras, habrías entendido que estaba triste… ¿por qué no me diste un abrazo y punto?”.

Pero la violencia debe examinarse como un hecho social y cultural, más que como un proceso de relaciones personales.

- “Pero le quiero”,
- “Entonces, tal vez necesites cambiar tu definición del amor”.
- “¿Cómo sabes que te quiere?”
- “¿Insinúas que me odia?”,
- “No, lo que digo es que sus acciones no se corresponden con sus palabras y eso te crea una profunda confusión”.

La sumisión de las mujeres no se ejerce tan solo mediante la imposición de la fuerza. Las formas de pensar, de entender las relaciones de género y el comportamiento social de los hombres y mujeres, explican que se respecte un orden social al que la historia y la religión han contribuido a sostener. Porque el maltrato está tan arraigado en nuestra sociedad que cuesta mucho identificarla.

“Tu memoria se olvida de los malos tratos. Los recuerdos dañinos se almacenan en el cerebro de otra manera. Los buenos recuerdos se almacenan de forma ordenada, como un álbum de fotos, como un relato de principio a fin. Las buenas experiencias se recuerdan porque nuestro cerebro las organiza de forma ordenada, lógica. Resultan comprensibles. Los recuerdos dañinos permanecen fragmentados e inconexos, como unos negativos en una bolsa, mezclados de cualquier forma. Nuestro cerebro no asimila los acontecimientos traumáticos, no sabe cómo ordenarlos, de modo que no los ordena. Nuestro cerebro se protege, eliminando los carretes… por esa razón vuelves a él”.

Una situación que se mantiene durante diez años, un ciclo difícil de romper.

“El cuerpo segrega adrenalina, se prepara para pelear o huir. Una situación de maltrato, como situación de estrés, genera adrenalina. Los acontecimientos aterradores crean adicción (que no el maltrato en si). Comienza siendo amor, pero el maltrato reiterado y la segregación de adrenalina hacen que se convierta en una adicción, como cualquier otro condicionamiento. En una situación de maltrato se produce un vínculo emocional. Para sobrevivir la víctima tiene que tener contento a su maltratador”.

Cuando Roz consigue abandonar a Brian, se le presenta un duro camino de reconstrucción de si misma.

“No echo de menos a Brian, en realidad me echo de menos a mí misma… o las partes que le entregué a él”.

Una historia conmovedora, con un dibujo que busca más narrar la historia con su crudeza que priorizar la estética de un trazo. No, en las viñetas de Roz no veremos un dibujo exquisito o colores brillantes. Toda la historia está narrada en blanco y negro, porque el maltrato no permite matices. Es una historia triste, sórdida y brutal. La historia de Rosalind, de Rosa o María. ¿Qué más da?

“Podemos perdonar un incidente aislado, pero cuando empieza a repetirse estamos hablando de maltrato”.

¡Rompe el ciclo!

Para saber más sobre Roz: http://www.friends-of-rosalind.com/