Vamos a intentar un juego que en Psicología denominan visualización. Imagínate que tienes mucha hambre, tanta que tienes que caminar largas distancias para encontrar una triste lata de conserva, eso si la encuentras. El hambre te va debilitando, porque puedes tardar días en encontrar algo comestible o agua potable. Además llevas mucho tiempo así. No recuerdas cuánto. Estás solo o con un poco de suerte te acompaña alguien, para paliar la soledad. Hace un frío tremendo y cuando te detienes para descansar has de procurar encender un fuego que no sea visible en la distancia. Es una cuestión de supervivencia. Tu sueño se ve interrumpido con mucha frecuencia, porque has de mantenerte alerta, vigilante, por si acaso. Por ello tampoco te permites soñar, sólo has congelado fotogramas, imágenes sin olor. No puedes aflojar, no puedes relajarte. Has de recorrer largas distancias, porque permanecer mucho tiempo en el mismo lugar implica el riesgo de que te encuentren “ellos”. Pero, por si eso no fuera suficiente, arrastras un carrito de supermercado en el que llevas todas tus pertenencias, la poca comida que logras rescatar, mantas para abrigarte, plásticos para cubrirte de la nieve, lluvia y frío. Todo ello material que has ido rescatando de los diferentes lugares que saqueas. No olvidemos las mascarillas que te has de fabricar con las sábanas y trapos que vas encontrando, porque el ambiente incorpora unas sempiternas cenizas que poco a poco han ido destrozando tus pulmones, porque respiras un aire granuloso de un paisaje gris y desolado. Hambre, frío, soledad, desasosiego, miedo… ¿Te imaginas un mundo así? Pues éste es el que nos ha creado en su última novela Cormac McCarthy. Y quién sepa que este libro se publicó en España en 2007 pensará, “pues sí que ha tardado en leerlo”. Efectivamente y es que hay autores cuyos libros sobrecogen tanto –o este es mi caso- que requieren ser leídos en pequeñas dosis, con distancias temporales, aunque después los devore, como me ha pasado con éste.
McCarthy es un autor duro, que nos expone a la realidad del hombre de la forma más cruda y desapasionada, sin aspavientos, aceptando la inevitabilidad de nuestra naturaleza. Canibalismo, asesinato, violación, tortura,…. Sí, una colección de las virtudes humanas que se producen en un contexto apocalíptico. No sabemos qué ha pasado, poco importa. Un cataclismo ha dejado a pocas personas con vida. El depredador que llevamos dentro despierta y se desembaraza de sus ropajes de civilización para mostrarnos su cara más espantosa: nosotros enfrentados a la supervivencia.
La belleza de las historias de este autor radica precisamente en dibujarnos las situaciones más inverosímiles. La huida de un hombre junto a su hijo, a la búsqueda de una salvación que es imposible encontrar. Una metáfora de la vida misma, de su belleza, a pesar de la miseria que encierra.
Un libro magnífico. Una historia que te lleva de forma inexorable a reflexionar sobre el sentido de la vida, de nuestra vida y de cómo vivimos. De lo realmente importante en la vida.