miércoles, 28 de mayo de 2008

Tannöd, el lugar del crimen de Andrea Maria Schenkel



El primer verano tras el fin de la guerra lo pasé con unos parientes lejanos, en el campo.
Durante aquellas semanas, el pueblo me pareció un remanso de paz, uno de los últimos lugares intactos tras la tormenta a la que acabábamos de sobrevivir.
Años más tarde, cuando la vida había vuelto ya a su cauce y aquel verano no era más que un recuerdo feliz me tropecé con el nombre del pueblo en el periódico.
Mi pueblo se había convertido en el “caserón de la muerte” y yo no lograba sacarme lo sucedido de la cabeza.
Viajé al pueblo con una mezcla de sentimientos, pero todas las personas que encontré quisieron hablar del crimen conmigo. Querían hablar con alguien extraño y, sin embargo, de confianza. Alguien que no iba a quedarse, que les escucharía y volvería a marcharse.



Así arranca la primera página de la excelente novela Tannöd, escrita por Andrea Maria Schenkel; una revelación de las tierras germanas si damos crédito al número de libros vendidos en Alemania.

Tannöd es el tipo de novela de género, negra negra, que prescinde de los habituales anclajes: policía, detective o investigación al uso. Es decir, el tipo de novela negra que personalmente es de mi interés. Una historia propia de la crónica de sucesos con la que tropezarse en cualquier periódico. De hecho no es gratuita la comparación con la famosa “A sangre fría” de Truman Capote.

Los Danner son una familia extraña, rara. Viven en un caserón apartado. La casa está sucia, los niños descuidados y parece que la alegría se mantiene escondida. Corren los años cincuenta y las personas intentan olvidar los horrores de la guerra. Un día, los Danner, Hermann el patriarca; su mujer Theresia; la hija de ambos, Bárbara Spangler; los nietos Marianne y Josef; y la criada recientemente incorporada, María Meiler, aparecen brutalmente asesinados.

A partir de estos hechos, a caballo entre la novela y el reportaje, la autora va dando forma a una serie de testigos que nos van aproximando a la realidad de esta familia, desconocida y temida por igual. Retrato de unos hechos reales y una posible explicación a lo que tal vez sucedió y quedó sin resolver.

Historia interesante por la gran diversidad de personajes anónimos que van desfilando y que mediante –lo que suponemos- declaraciones, nos van esbozando los perfiles de los fallecidos, que después la autora se ocupará de rellenar.

Varios son los adjetivos que se nos ocurre: breve, directa, dura… Con escasas 166 páginas, Schenkel logra una composición coral muy bien hilvanada, recreando un universo costumbrista fiel. Sin excesivas florituras, logra un nivel de detalle propio de quién suprime lo superfluo y retoca la composición escrita. La novela es dura, incluso la podríamos calificar de cruda, porque precisamente no disfraza los acontecimientos: las cosas son como son.

Es posible que la manía de la autora por leer las novelas negras desde cualquier ángulo para descubrir el esqueleto de la trama –empezar por el medio y continuar hacia delante o detrás, empezar por el final y saltar a las primeras páginas,…- haya incidido en la construcción de su propia estructura. La cuestión es que la novela puede iniciarse por cualquiera de sus páginas, independientemente de cual sea, aseguramos que atrapa.