jueves, 23 de octubre de 2008

Y punto de Mercedes Castro


En una ocasión un escritor hizo que uno de sus protagonistas, al finalizar la lectura de un libro optara por dejar “reposar” lo leído antes de iniciar una nueva lectura, como si las letras devoradas precisaran cierta digestión. En este caso, podríamos decir que ha ocurrido algo de similares características pero trasladado a la reseña. La lectura de “Y punto” fue realizada hace unos cuantos meses en relación a la presente reseña. A pesar de los motivos que se pueden aducir sobre el retraso en el redactado (volumen de trabajo, estado anímico, pereza,…), sólo se me ocurre que fueron oportunos. Si hubiese escrito mi opinión de “Y punto” con la lectura recién acabada, es muy probable que mis palabras no tuviesen el mismo tono.

La novela de Mercedes Castro lo tiene todo para cautivar: sentido del humor; diálogos ingeniosos; prosa rica, ágil y provocativa; una historia con múltiples elementos; un escenario: Madrid, personajes interesantes y por supuesto una protagonista, Clara Deza, cuya sonoridad vocálica al pronunciar el nombre me gusta y que –sin saber porqué- me recuerda a Petra Delicado.

Debo señalar que los personajes me pierden a la hora de elegir lectura y un pequeño matiz como el de la contraportada “contradictoria y deslenguada, agente de la autoridad, esposa y compañera”, una brillante presentación por parte de la autora en BCNegra y los elogios de compañeros de Novelpol,… me condicionaron para comprar la novela, a pesar del amenazante volumen del libro. Pero como de responsabilidades se trata, acepto la mía y me declaro culpable.

Con la mirada en retrospectiva puedo afirmar que Clara Deza es un personaje que no deja indiferente, tanto es así, que puede provocar una profunda irritación, aunque me consta que a otros lectores les ha provocado no pocas risas. Mi primera consternación es comprobar la contradicción entre lo pretendidamente feminista del personaje y su comportamiento. La autora señaló inspirarse en una policía con la que compartió piso para recrear el mundo masculino del colectivo policial, lo que condicionó no pocos cambios en su compañera, cambios en el vestuario, en su lenguaje, en su manera de moverse en la Policía…. Sin embargo, traducido todo ello en Clara Deza ofrece una visión estereotipada de la mujer en un mundo de hombres, resabiada, paranoica “Me da la impresión de que los huevos también me miran con su cándida cara sin rostro y pienso que estoy mal, muy mal y que ojalá alguien se diera cuenta” (p.153), depresiva “(...) por valer, no vale la pena ni levantarse de la cama ni salir de casa ni despertarse, ni soñar” (p.18), autocompasiva y rabiosa “Me miran con ojos asesinos, con ojos de macho cabreado, con ojos rapaces de varón famélico jamás dispuesto a renunciar al privilegio de ejercer su masculinidad, y me asaetan con sus miradas porque no meo de pie, porque no me la casco en los retretes de la comisaría ojeando el Interview, porque soy testigo non grato de sus vulgaridades, de sus bravuconadas, de las burradas qué sé que dicen pero que no hacen, que más quisieran” (p.142). “Esa soy yo, la que molesta. La oveja negra” (p.143), con una burla y “mala leche” a flor de piel que denotan una postura defensiva que llevaría a recomendar menos combatividad, que ciertas luchas deben emprenderse con otras actitudes.

El mundo de Clara es el del enfrentamiento: contra su suegra, contra su ex, contra los hombres en general “En todo caso es un hombre callado (que mono) y se agradece”, contra las secretarias “Con razón las odio. Las secretarias son una raza aparte, habría que exterminar a la mayoría” (231). Un mundo donde las personas sólo saben de competencia,… un sistema basado en la competencia y la pelea. Enfrentada al mundo y a los hombres, abanderada de los derechos de las mujeres y la igualdad, sin embargo en cuanto su jefe la empuja contra la pared, su valor y autosuficiencia se deslizan hasta desaparecer para ser su marido quién ponga los puntos sobre las íes a ese aborrecible jefe. Porque Clara está casada con Ramón un “niño bien” –descripción de la propia Clara- cuya personalidad se nos antoja irreal y con quién establece una relación de dependencia emocional donde los miedos tropiezan con la relación y que precisa serias evidencias de amor correspondido. Hombre casi perfecto: paciente, dulce, un oso amoroso! Pero que “congela o descongela” a voluntad: “Se levanta y empieza a gritar preso de uno de sus mundialmente famosos accesos de rabia” (p.76).

La novela resulta excesiva en muchos aspectos, pero tal vez el que más lo provoque es la desproporcionada sucesión de sustantivos o adjetivos (mínimo tres) para –suponemos- otorgar mayor contundencia y fuerza narrativa, pero que en ocasiones sólo sirve para explicar el volumen. A muestra un botón:

“(…) y aún antes de irte del todo dejas flotando tu imagen celestial de puta junco levitando, celeste, arbórea, como un extraño fruto exótico y exuberante de la pasión, sumergida en la luz roja, balanceándose suavemente como alga o coral o sirena convertida en espuma de mar que brilla, que reluce, cadáver exquisito y fosforescente que reclama nuestra atención y es como la bailarina de la caja de música, como la muñequita sobre la tarta, como el hada de la Navidad que ponemos en la copa del árbol sólo que ahora colgando del techo, como una postal de cumpleaños con velas para los muertos del que todos –cabrones- se ríen, al que todos –malnacidos- envidian en su iridiscente perfección y desprecian – hijos de la mala madre- por su inmaculada lividez, por su impersonal pureza, por el escarnio público, por el linchamiento envidioso, arrobado y reverencial al que te están sometiendo y que te hace más real y más mortal todavía y que me provoca más náuseas si cabe y me marea y me subleva y me confunde y me entristece tanto que, hasta presa del delirio, de la vergüenza por ser quien soy. mujer, policía, testigo mudo cobarde y abyecto peor que ellos –cabrones malnacidos, hijos de mala madre-, me dé cuenta de que tal vez sea yo misma la que me provoque las ganas de vomitar”.(p.149).

El título “Y punto” tiene su toque provocativo que al contextualizar en el entramado de la historia evidencia parte de la agresividad que denota. “No se llega media hora tarde. Y punto” (p.171). Un “y punto” que indica que nadie más salvo la protagonista puede abrir la boca, un punto y pelota arrogante, que siempre tiene la intención de apabullar al interlocutor. De hecho, las interacciones tampoco tienen desperdicio. La fina ironía, bien empleada confiere agilidad y evidencia una mente rápida, sin embargo en ciertas ocasiones camufla un cierto desprecio vestido de desdén. Aunque comparto su opinión en numerosas cuestiones (nadie está libre de prejuicios) con respecto a Barbies de “inteligencia reducida” o el mundo de pandereta de los famosos, no deja de ser una vía rápida.

Supongo que llegado a este punto y con la perspectiva que señalaba al principio, se le debe reconocer a Mercedes Castro la construcción de un personaje contradictorio, vital y fuerte, pero sin duda necesitado de mucha ayuda. La trama pasa a un plano secundario, que sirve de mero soporte para crear una protagonista sin duda ingeniosa y poco común. Un personaje que resulta el eje central de la novela, al que dependiendo de la mirada con la que se observe, provoca cierta condescendencia -como la amiga que dejamos por imposible y aceptamos con todos sus desajustes- o de total rechazo. No nos cabe duda que la mente de Clara debe resultar muy estimulante para cualquier psicoanalista.

4 comentarios:

Lola Mariné dijo...

Bueno, no sé como será el libro, pero la redacción de la critica es magnifica y no me queda más remedio que apuntarme esta novela en mi lista de lecuras pendientes.
Mercedes Castro debería agradecerte encarecidamente este comentario.
Un saludo.

Icaras dijo...

Muchas gracias Lola, se agradece.

Anónimo dijo...

Sinceramente, tu crítica es excelente, pero la novela de la que hablas es sencillamente infumable. Cuando en una novela se ve al autor, todo el quiosco se vien abajo. Es una novela que no cuenta cosas, sino que es sólo forma. La Clara Deza de la novela es la propia autora de la novela, una novela escrita en nueve años, ya le vale,ya puede ser forma; paja mental absoluta de alguien que trabaja en la editorial que la ha publicado y que deja traslucir todas sus frustaciones, complejos y rabietas. Lo triste es que se considere que la novela que nos ocupa tenga algo que ver con una novela negra.

Saludos,

Alatriste

Icaras dijo...

Efectivamente, parece que en la actualidad todo libro que implique una investigación o que tenga un muerto en ella se considera ya perteneciente al género negro....