viernes, 7 de diciembre de 2007

Novela de ajedrez de Stefan Zweig



De Zweig me gusta hasta su impronunciable apellido: corto, contundente y sonoro. Zweig siempre resulta una apuesta segura y no sólo por ser uno de los escritores austríacos más importantes del pasado siglo XX, sino por profundizar con maestría en los demonios personales que angustian a sus protagonistas. Algo de ello debía de conocer este hombre que acabó suicidándose 1942 en Río de Janeiro.

La novela transcurre en un viaje en barco de Nueva York a Buenos Aires. Mirko Czentovicz, actual campeón del mundo de ajedrez, se encuentra entre los pasajeros. Si habitualmente se tiende a pensar que los buenos jugadores de ajedrez tienen una inteligencia destacable, no es el caso de Czantovicz cuya incapacidad de jugar “a ciegas”, es decir, de proyectarse el tablero le hacían objeto de burlas y comentarios por su falta de imaginación.

A bordo del barco se encuentra McConnor, un self-made-man poco consciente de su falta de maestría en el juego que reta al campeón a una partida previo pago por sus servicios. Como es de esperar, Mirko gana la primera partida jugada simultáneamente contra McConnor y su grupo. Pero a la segunda partida, una persona del público comienza a sugerir jugadas que lleva a tablas el resultado final. El señor B como conoceremos a este anónimo espectador será invitado a jugar una partida contra el campeón.

El señor B es un noble vienés que huye de los nazis. Su historia nos será desvelada por uno de los pasajeros del barco. En ella relatará sus angustiosos meses de encierro en una casa, privado de todo estímulo intelectual, con plena conciencia del transcurrir del tiempo y sin nada que hacer. Un inevitable paseo por los infiernos cuyo encuentro final es su propia locura. Una forma de tortura sutil, que desnutre la mente cual ávido gusano.

No nos hacían nada, se limitaban a situarnos en el vacío más absoluto, y es bien sabido que nada en el mundo puede oprimir tanto el corazón del hombre como la nada. (…) Ni la vista ni el oído ni ningún otro sentido recibían, ni de noche ni de día, estímulo alguno: me hallaba solo con mi cuerpo y cuatro o cinco objetivos mudos: la mesa, la cama, la ventana, el aguamanil…. Desesperadamente solo. Vivía como un buzo bajo la campana de cristal en el negro océano de aquel silencio; un buzo que presiente que se ha roto ya la cuerda que le unía al mundo exterior y que nunca más será rescatado de aquellas calladas profundidades” (p.47-48)

La mente inicia juegos obsesivos: recitar textos, recordar canciones, hacer cálculos,… cualquier cosa con tal de tener estar ocupada. En uno de sus interrogatorios, el señor B tiene ocasión de robar un libro: un salvavidas en el universo estéril en el que se haya inmerso. Pero las hojas no contienen ninguna historia con la que evadirse de su prisión, sino un repertorio de ciento cincuenta partidas de ajedrez. El señor B comenzará a jugar concentrando su energía y pensamiento en replicar las partidas, a tal punto que memorizadas todas las jugadas, solo le quedará la opción de jugar contra sí mismo.

(…) el único encanto del ajedrez reside precisamente en el despliegue diferente de una estrategia en dos cerebros, en el hecho de que no sepan las negras cuál será la maniobra correspondiente de las blancas en esta guerra del intelecto (…) Si una misma persona juega con las blancas y con las negras, se produce entonces una situación incongruente, en donde un mismo cerebra ha de saber y al mismo tiempo no saber (…) Un doble pensamiento como éste presupone en realidad una escisión absoluta de la conciencia, una capacidad de enfocar y desenfocar el cerebro como si fuese un aparato mecánico: querer jugar contra uno mismo representa, en definitiva, una paradoja tan grande en ajedrez como querer saltar sobre la propia sombra” (p.65-66).

Para el ajedrez como para el amor resulta imprescindible una pareja o un contrincante –según se mire-. El juego –o las circunstancias- provocarán en el señor B una “esquizofrenia artificial” que le arrojará al delirio pero que supondrá su liberación y su condena.

No en vano se ha llamado al ajedrez “juego de guerra” o “jaque mate” supone una alteración de la expresión árabe [ash-]shah mat que significa literalmente “(el) rey ha muerto”.

(…) ese juego entre los juegos, el único entre los ideados por le hombre que escapa soberanamente a cualquier tiranía del azar, y otorga los laureles de la victoria exclusivamente al espíritu, o mejor aún, a una forma muy característica de agudeza mental.” (p.17)

La partida se llevará a cabo con la condición de sólo jugarse una. El señor B ganará con diferencia y el delirio nuevamente presa de él le empujará a jugar la segunda y decisiva partida.

Me gustaría pensar que en determinadas ocasiones tenemos oportunidad de asomarnos al abismo y contemplar dónde conduce el precipicio… dejo a vuestra reflexión su posible final.

8 comentarios:

Didac Valmón dijo...

Tengo pendiente leer algo de este autor a base de recomendaciones...ahora me has abierto más el apetito quizá se lo pida a los reyes...o me lo pongo yo debajo del árbol que es más fácil.
Muy buen e interesante comentario

Icaras dijo...

Gracias Valmón. Es un libro recomendable.

Ignacio G.R: Gavilán dijo...

Zweig es un autor muy recomendable.

Como hace unos meses que no leo nada de él y éste libro en concreto no lo he leído...pues me lo pongo en 'la lista de la compra'.

Icaras dijo...

Me parece una buena elección. Es difícil que Zweig defraude. Espero que lo disfrutes y me digas qué te ha parecido cuando lo leas.

Ignacio G.R: Gavilán dijo...

Bueno, pues ya lo he comprado y ayer me lo leí 'en un pis pas'. Es una novelita cortita, como tantas de Zweig, y que te engancha de prinicpio a fin.

La prosa, como siempre en este autor, estupenda. La historia ya lo he dicho, engancha. Y los tipos psicológicos que presenta, curiosos...aunque me queda la duda si son realistas, si los trastonros o particularidades, según se mire, de los dos grandes jugadores pueden suceder en la realidad.

En fin, un placer de lectura. Un pequeño comentario adicional...en mi sitio web..

Icaras dijo...

Con respecto a los trastornos, supongo que cualquier persona llevada a sus extremos puede llegar a desequilibrarse. También hay una película "La defensa Luzhin", basada en la novela de Nabokov que narra esta situación. Tal vez la cosa no esté tanto en el jugador sino en el juego y la presión a la que se ve sometido.

Luis Royo Antín dijo...

Es una gran obra. Muy recomendable también por el trasfondo que tiene al respecto del nazismo.
Leeré más sobre este autor, desde luego.

Icaras dijo...

Lo último que he leído suyo es "El mundo de ayer. Memorias de un europeo", publicado también por esa excelente editorial que es Acantilado, que nos permite acercarnos a pequeñas joyas literarias. En este libro, Zweig hace un recorrido por toda la europa de guerras y entre guerras. Una visión particular, la suya propia, que sin ser biográfica ni referir cuestiones personales como le sería propio a una biografía, nos desvela muchos aspectos del autor: erudito, pacifista, coleccionista, fetichista,... y por supuesto, la pluma impagable de Zweig.